VEGA HERRERA CÉSAR

Title:¿POR QUÉ LOS PERROS SE HUELEN LAS COLAS?
Subject:FICTION Scarica il testo


César Vega Herrera

¿POR QUÉ LOS PERROS SE HUELEN LAS COLAS?



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Cuando el Tata Lindo hizo el mundo, quiso que los perros se quedaran con él en el Paraíso.
Realmente el perro era el mejor amigo de Dios.
Reinaba la tranquilidad en todita la Creación y nada hacía pensar que pudiera haber un contratiempo.
Pero un día, en una fiesta milenaria a la que concurrieron todos los animales atentos y campantes, el Tata Lindo dispuso una mesa aparte para agasajar a sus engreídos.
¡Ni Adán ni Eva gozaban de tanta preferencia!
Y hasta la Serpiente del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal estaba boquiabierta.
En lo mejor de los dulces y manjares y cuando la conversación iba de lo más elocuente y animada entre el Señor y la perritud, vino San Pedro recordando que era el momento de los brindis.
-¡Brindo -dijo Dios- por nuestra eterna amistad!
-Brindo -dijo un perro dálmata- porque confío en que Adán y Eva no le harán caso a la Serpiente.
-¡Así será, así será! -aplaudía la perritud.
Y así era.
Flora, fauna, la especie humana y el Tata Lindo nunca habían vivido en tan sabia confraternidad.
-¡Brindo por nuestro generoso Creador! -alzó su copa un perro chusco.
-¡Brindo por el jabalí y el jazmín! -se emocionó un bulldog.
-¡Brindo por todos los brindis! -tintineó un chihuahua con su vocecita de cristal.
Y los comentarios cada vez más ágiles y amenos satisfacían al Señor.
Cuándo en eso alguno de los canes, ¡terr!, impensadamente se tiró un pedito.
-¿Quién ha sido? -dijo San Pedro.
Silencio.
-¿Quién fue? -apuró nuestro Señor.
El cuesco había sonado interrumpiendo la encielada reunión. Y la perritud miraba al sesgo haciéndose la desentendida.
-¡Quién fue! -persistió el Tata Lindo.
San Pedro se retiró porque sabía que cuando Dios repetía una orden era algo de tener muy en cuenta.
-¡Quién fue!
A lo más algunos gruñidos y ladridos sumamente discretos llegaron a los oídos del Señor.
-¿No habrá sido San Pedro? -se atrevió un collie ayudado por un doberman.
Pero Dios, que todo lo sabe y todo lo siente, bien enterado estaba de quién era el autor del cuesco. Y al ver que ninguno asumía la responsabilidad con desprendimiento o con franqueza, dijo de una vez para siempre: -De hoy en adelante los perros y todos los animales (menos Adán, Eva y la Serpiente Boquiabierta) irán a vivir a la Tierra, y si quieren volver al Paraíso, lo harán, pero con el sudor de su frente. Y así nacerán, crecerán, trabajarán y morirán.
En ese mismo instante la perritud y los demás animales se repartieron por todos los climas y lugares del mundo.
Por eso es que cuando dos perritos se encuentran, ahí mismo se huelen las colas para saber quién fue el desdichado que se tiró el pedito.




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