ANÓNIMO

Title:EL PRÍNCIPE QUE TENÍA UNA LUNA EN LA FRENTE Y UNA ESTRELLA EN LA BARBILLA
Subject:SPANISH FICTION Scarica il testo


El príncipe que tenía una luna en la frente y una estrella en la barbilla




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En una ciudad de la India, vivía un pobre matrimonio que tenía siete hijas. Como no podía pagarles ninguna distracción dejaba que cada tarde fuesen a jugar con la hija del jardinero de Palacio.
- Cuando yo me case -decía la joven- tendré un hijo que llevará una luna en la frente y una estrella en la barbilla.
Al oír esto, las siete hermanas se echaban siempre a reír. Sin embargo, un día el rey acertó a pasar cerca del grupo y prendado de la hermosura de la hija del jardinero, se detuvo a oír lo que hablaban, oyéndole decir que al casarse tendría un hijo hermosísimo.
Esto agradó aún más al rey, a quien sus demás esposas no habían dado hijos, y al día siguiente llamó al jardinero y le pidió la mano de su hija.
El hombre accedió entusiasmado a la petición del rey, y a los pocos días se celebraron las bodas.
Pasó un año, y la joven comunicó a su esposo que iba a nacer un niño. El rey la abrazó complacido y dio órdenes para que las demás esposas la cuidasen con todo amor.
Pero éstas eran unas envidiosas, y a los pocos días dijeron a la favorita:
- Nuestro señor el Rajá marcha cada día de caza. Sería conveniente que le pidieras que no se alejase tanto, pues podría nacer el niño, sin que él lo viese.
Aquella noche, la joven dijo a su esposo lo que le habían indicado las demás mujeres, y el Rajá contestó:
- La caza es el mayor de mis placeres. Como no puedo dejarla, te daré un tambor muy grande y si por casualidad te encuentras mal o me necesitas, no tienes más que hacerlo sonar. Yo lo oiré y esté donde esté acudiré enseguida.
Cuando las demás esposas vieron el tambor, preguntaron a la favorita para qué servía, y ésta se lo explicó:
- Hazlo andar para ver si es verdad que nuestro esposo lo oye -dijo una.
- No me atrevo; podría castigarme al ver que le he llamado sin necesidad.
Pero tanto insistieron las mujeres, que la joven golpeó el tambor.
Aún no había transcurrido media hora, cuando ya el rey estaba en la habitación de su esposa, preguntándole qué le ocurría.
- Nada; sólo quería verte.
El soberano besó a su mujer y le dijo que no volviera a tocar el tambor sin necesidad.
La joven prometió hacerlo así, mas al día siguiente, apenas había partido el rey, las demás esposas insistieron en que volviera a tocar el tambor.
- No quiero hacerlo porque mi esposo se disgustaría conmigo.
- Te quiere demasiado para disgustarse -dijo una de las mujeres.
- No quiero hacerlo.
- Anda hazlo, así veremos si es verdad que está dispuesto a sacrificarse por ti.
Y tanto insistieron, que al fin la joven golpeó el tambor, cuyo sonido llegó hasta el rey, haciéndole interrumpir la caza y volar hacia el palacio.
- ¿Qué ocurre? -preguntó al ver a su esposa.
- Nada, sólo quería ver si me sigues queriendo.
- ¿Sólo por eso me has hecho interrumpir la caza? En adelante, no vuelvas a hacerlo, pues me disgustaría mucho contigo.
Con los ojos bañados en lágrimas, la joven prometió no hacerlo más; pero al día siguiente se encontró muy mal y pidió a sus esclavas que hicieran sonar el tambor.
El rey lo oyó perfectamente, pero creyendo que se trataba de otro capricho de su mujer, siguió cazando.
Entretanto nació un niño hermosísimo, con una luna en la frente y una estrella en la barbilla.
Las otras esposas del Rajá, llenos de envidia, cogieron al recién nacido y metiéndolo en una caja ordenaron a un esclavo que fuera a enterrarlo en el jardín. Para sustituir al niño, metieron en la cuna una piedra, y cuando llegó el Rajá le dijeron que aquello era el hijo que le había dado su esposa.
El monarca se enfureció grandemente y ordenó que la joven fuese ocupada en los más bajos menesteres.
El esclavo que debía enterrar al niño hizo lo que le habían ordenado, pero Chankar, el perro del Rajá, le vio y cuando se hubo retirado, desenterró al niño. Al verlo tan hermoso, decidió salvarle la vida, y como no tenía dónde ocultarlo, se lo tragó.
Al cabo de seis meses, el perro salió al campo y sacando al niño vio que seguía viviendo. Lo acarició muy contento y cuando se hubo cansado de jugar con él volvió a tragarlo.
Pasaron otros seis meses, y de nuevo Chankar fue al campo a ver al niño de la luna en la frente y la estrella en la barbilla, que entonces contaba ya un año. Jugó con él y se lo tragó de nuevo. Por desgracia, el guardián de los perros le había seguido y le vio, yendo enseguida a comunicar la noticia a las esposas del Rajá, diciéndoles:
- Dentro del perro de Su Majestad, hay un niño con una luna en la frente y una estrella en la barbilla.
Al oír esto, las mujeres creyeron morir de miedo, y enseguida desgarraron sus ropas y fueron a ver al Rajá, diciéndole:
- Vuestro perro Chankar nos ha mordido. Hacedle matar.
- Perfectamente -contestó el soberano.- Mañana por la mañana morirá.
El perro oyó por casualidad su sentencia de muerte, y temiendo por la vida del niño que llevaba en el estómago, decidió dejarlo al cuidado de alguien. Este alguien resultó ser la vaca Suri, que estaba en el establo del palacio.
- Óyeme, Suri -le dijo;- quisiera que me guardases algo, pues mañana el rey me hará matar.
- Enséñame eso que quieres que te guarde -replicó la vaca.
El perro mostró el principito a la vaca, la cual lanzó un mugido de asombro ante su belleza.
- Lo guardaré con muchísimo gusto -declaró. Y después de besar al niño se lo tragó.
Al día siguiente, Chankar fue muerto por el guardián, y las esposas del Rajá respiraron tranquilas.
Al cabo de un año, Suri, la vaca, quiso ver al principito, y quedó más prendada que nunca de su hermosura. Para librarlo de todo mal, volvió a tragárselo, y así lo guardó diez años.
Por desgracia, un día la vio el guardián del establo, quien enseguida corrió a decir a las reinas que la vaca tenía dentro un hermoso joven con una luna en la frente y una estrella en la barbilla.
Las cuatro esposas del Rajá se estremecieron de miedo, y rasgándose sus vestiduras, fueron a ver a su esposo, diciéndole:
- Señor, vuestra vaca ha entrado en nuestras habitaciones y nos ha roto los vestidos. Ha sido un verdadero milagro que no nos haya matado. De ahora en adelante tendremos mucho miedo.
- No temáis -les tranquilizó el monarca.- Mañana mismo haré matar a la vaca.
Un pajarillo comunicó a Suri su sentencia de muerte, y la buena vaca sólo pensó en el principito que guardaba en su estómago. Royendo la cuerda que la ataba al pesebre, fue en busca de Katar, un caballo salvaje que se guardaba en las cuadras.
- Óyeme, Katar -le dijo.- Mañana moriré, y antes quisiera pedirte que me guardases una cosa.
- Enséñame la cosa que es, y entonces te diré si quiero guardarla -contestó el caballo.
Suri mostró a Katar el hermoso príncipe, y el caballo accedió enseguida a guardarlo.
Al día siguiente, la buena vaca fue sacrificada por el matarife de palacio.
Katar era un caballo al que nadie había podido montar jamás. Era tanta su fiereza, que tenía aterrorizados a todos los guardianes de las cuadras. Sin embargo, nadie sabía que era un caballo encantado.
Cinco años guardó Katar el príncipe de la luna en la frente y la estrella en la barbilla. Cada seis meses lo sacaba de su estómago para recrearse con su vista, y en una de estas ocasiones, fue visto por el palafrenero mayor de palacio, quien, lleno de miedo, comunicó su descubrimiento a las cuatro reinas.
Estas creyeron morir del susto. El príncipe que ellas creían muerto volvía a resucitar; y como temían por sus cabezas, corrieron al Rajá, después de desgarrar sus vestiduras, y le dijeron:
- Vuestro caballo Katar ha irrumpido en nuestras habitaciones y nos ha destrozado las ropas. Desde hoy no podremos comer en paz. Siempre temeremos ser destrozadas por ese salvaje animal.
- No temáis -las tranquilizó el Rajá.- Mañana mismo haré matar a Katar.
Como el caballo era muy fiero, el rey no se atrevía a hacerlo matar por un hombre solo, y por ello mandó formar a todos sus soldados, ordenándoles que lanzaran sus flechas contra el caballo en cuanto éste saliera de la cuadra.
El mismo se armó de un arco, para tomar parte en la ejecución.
Pero Katar, como ya hemos dicho, era un caballo mágico, y cuando oyó llegar a los soldados comprendió a lo que iban. Sacando al príncipe, le dijo:
- Entra en ese cuarto de la derecha y en él encontrarás una silla de montar que me pondrás enseguida. También encontrarás un traje de príncipe ...